El Adiós, puede romper montañas de sentimientos, puede generar miles de ellos, el Adiós, puede generarse a si mismo y hacer que alguien se vaya, puede impedirse a si mismo y hacer que alguien vea que no desea dejar marchar a alguien. Quizá seas tan doloroso como necesario, pues siendo tan cierto que no sabemos aquello que tenemos hasta que un día lo perdemos ¿que haríamos sin ti? ¿Que haríamos de un mundo en el que no vemos lo que tenemos? ¿Que haríamos de una humanidad en donde todo sería eterno, nada tendría un punto final, un adios, una última despedida, el momento donde se han de mezclar, como una bomba de relojería, labios, lágrimas, palabras de amor y odio, pañuelos al viento y gritos al cielo, manos entre manos que se entrelazan sin cesar como no queriendo separarse jamás, los cuerpos en una caida mortal que semeja hacerse infinita en el segundo donde sea articulada esa palabra explosiva, la vida y la muerte, el presente, pasado y futuro de nuestras vidas, mil emociones en una corrosiva reacción en cadena incontrolable. Quizá algún día lo sufrimos, quizá mañana lo suframos, quizá algun día lo dijimos, quizá mañana lo digamos... pero estoy preparado, quizá, para decir ahora un único Adiós... un Adiós a mis miedos...
Un día me dijiste adiós, ¿por qué me dejaste solo? ¿He de reprochartelo? No creo, quizá me diste la mayor lección de mi vida, me hiciste ver lo mucho que valías, lo mucho que te apreciaba y lo que significabas para mi. En aquel momento, aprendí lo fugaces que pueden ser las cosas, y que sin embargo, no valía la pena vivir pensando en ello. De aquellos 5 años apenas nada recuerdo, pero también debe ser porque de aquellos 5 años, no tengo ningún mal recuerdo, los poquitos que guardo, son buenos, quizá fueran de los mejores años de mi vida, los 5 primeros. Jamás olvidé que en un último momento, te despediste de nosotros. No se si sabías que jamás volverías. No se si jamás sentiste que ese era tu último adiós. Pero quizá sea mejor así, no vale la pena vivir los adioses como los últimos. Detesto las despedidas, pero no huyo de ellas. Una despedida puede significar la última oportunidad para abrazar y besar a alguien. Por eso, cada vez que me despido de alguien por un largo tiempo, no me amargo pensando que quizá no los vea en largo tiempo, o que (poniendonos en un caso ya extremadamente pesimista y fatídico) jamás vuelva a verlos nunca mas... sino que aprovecho esos segundos como si fueran pequeños tesoros... cada segundo de un adios es como una pequeña esmeralda que guardo en una cajita en mi corazón, para poder observarlas detenidamente cuando echo de menos a alguien, cuanto mas intenso es un adiós, mas calurosa es la próxima bienvenida. Estoy seguro de ello, y de que si, de alguna manera pudiera darte una bienvenida, sería la mas cálida del mundo; ese adios que desconocíamos, sería el último, debió ser el adios mas breve e intenso de mi vida...
[...]
E dende entón, cada adeus, resultame distinto, e vivo cada adeus aproveitandoo. Si, coma dixen, non penso que vaia ser o último, pero aínda así o disfruto coma se o fose... pode que soe raro, pero cada vez que sei que estas ai, e que fas un lixeiro movemento e me observas... desexo que canto antes me informes de que vas volver dar a volta por un tempo, que non nos veremos durante un tempo... porque eses últimos segundos son nos que podo navegar mais profundo nos teus ollos e sentirte preto de min, en min, por momentos, asemella que observases nos meus a verdade mais oculta no meu corazón... e seino, sei que me desfarei de a pouquiños como xa dixen... cando sufro o non correspondido, ese é o único adeus que me doe agora mesmo, o da esperanza, o resto, os disfruto coma regalos que nos da a vida para recordarnos que aínda temos unha razón pola que voltar alí onde dixemos adeus... para volver ver esa mirada que me derrite por dentro, coma se o meu corazón estivese feito de xeo, e os teus ollos de lume irrematable...